El seísmo le cogió fuera de la escuela en la que impartía clases. Llegó a lo que eran sus ruinas. Aún se escuchaban voces infantiles bajo los escombros pidiendo ayuda. Hasta que una segunda sacudida las apagó. Y con ellas, la esperanza.
Lo mismo ocurrió con la residencia de su comunidad, reducida a la nada, con algunas de sus hermanas heridas. Alojada en una tienda de campaña, se dedicó en los días siguientes a poner en práctica sus estudios de Enfermería (que, junto a Magisterio, realizó por encargo de la orden para poder ser misionera).