Merce -«La Colocha»- es fisioterapeuta de un servicio de rehabilitación. Su trabajo diario en contacto con multiples médicos y variedad de casos de lesiones y tratamientos la hacen una persona extremadamente preparada y con conocimientos muy extensos sobre la rehabilitación.
Además Merce ha sido una colaboradora durante muchos años de Adampi CyL, lo que le ha acercado al mundo particular de los amputados y sus particularidades, formandose en los talleres de la asociación en materiales, productos y técnicas de ortopedia.
En Haití Merce participó junto a Marcos Pardo ( de la Ortopedia Art-Leo de Ponferrada ) en un mes de voluntariado, formando un gran equipo de trabajo y tratando un gran número de pacientes aunque a en palabras de ella misma «me he quedado corta de todo lo que podia haber hecho«.
Merce sigue colaborando esporádicamente como asesora del proyecto, y también difundiendo y explicando el trabajo a nuevos/as candidatos/as que necesitan mas información sobre como preparar su estancia y trabajo de rehabilitación en Puerto Príncipe.
El relato de Mercedes contada por ella misma:
Yo, al igual que Marcos, llevaba mucho tiempo intentando participar en un programa de voluntariado internacional . Cuando me dijeron en una reunión de ADAMPI CYL que había un proyecto para ir a poner prótesis a Haití, no dudé en apuntarme. No pensaba que la cosa iba a ir para delante, porque pasaban los meses y la cosa seguía parada. Un día me llamó Alex y me dijo que había un proyecto en firme y que Marcos iba a ir, y no dudé en aceptar la invitación.
Los preparativos del viaje fueron complicados. Entre vacunas, papeleos, permisos en el trabajo y que todo el mundo me auguraba un montón de desgracias, la verdad es que iba con bastante miedo. Cuando llegué a Barajas, no sé por qué, se me fueron muchos de estos miedos. Ya estábamos inmersos en el proyecto, y al ver que todos íbamos tan contentos y con tan buenas intenciones, pensé que no nos podía pasar nada malo.
La acogida en Santo Domingo fue muy cálida, tratándonos mejor que si fuéramos de la familia y tras una velada de canciones y guitarras, al día siguiente volamos a Haití. Al principio, la salida del aeropuerto no pintaba muy bien, pero enseguida llamamos a Isa y apareció la luz al final de ese largo túnel y todo cambió. Es increíble, una mezcla entre dulzura y fortaleza que yo no sabría describir. Nos transmitió mucha seguridad y nos cuidó y mimó tanto, que sería casi imposible rechazar la siguiente invitación.
El trayecto hacia Cafoj nunca se me olvidará. Todo derruido, la gente viviendo en campamentos, basura por todos los lados…Así que cuando llegamos a nuestra residencia, nos pareció un cinco estrellas de lujo.
Una vez instalados empezamos a trabajar. El principio para mí fue un poco duro porque los problemas de transporte impedían que los pacientes pudieran venir a las sesiones de rehabilitación. Por otra parte, Marcos y Alexis Mendoza (el ortopeda de El Salvador) tenían mucho trabajo en el taller y me sentía poco útil por no poder ayudarles más (cuando llegas allí quieres arreglar el mundo en esos pocos días y te cuesta adaptarte a los problemas que van surgiendo y al «ritmo haitiano»).
Poco a poco se fueron solucionando la mayoría de los problemas y cada vez fui trabajando más y yo creo que mejor. Me llamó mucho la atención la velocidad a la que los pacientes se iban rehabilitando. Creo que por necesidad, tolerancia al sufrimiento y capacidad de superación. También teníamos la dificultad añadida del idioma (criollo haitiano) y no sé cómo, pero conseguíamos entendernos y hasta bromear y reírnos en muchos momentos.
Tengo que decir que el trabajo técnico en el taller fue complicado, pero Marcos y Alexis se adaptaban perfectamente a todas las dificultades y acababan encontrando una solución y un chiste adecuado a cada situación. Fue un placer trabajar con dos personas que siempre tienen tan buena disposición y tan buen humor.
Yo compartí el gimnasio de rehabilitación con una terapeuta ocupacional y una kinesióloga chilenas y dos fisioterapeutas americanas. Había mucha armonía entre todas y me acogieron muy bien facilitando mi trabajo durante toda mi estancia en el Cafoj.
La verdad es que fue poco tiempo, pero me acuerdo muchísimo de cada uno de los pacientes y de la pena que me dio dejarlos allí. Yo sentía, que en cierta manera, los abandonaba y la despedida fue dura. Daniela (la fisioterapeuta que los trata ahora) me va contando cómo siguen los pacientes y me alegra mucho saber lo bien que van evolucionando.
También me quedo con el cariño que nos trató todo el mundo y en especial Isa Solá , que nos hizo el viaje mucho más agradable. Es increíble ver la cantidad de buenas personas , que de forma altruista dedican su vida a ayudar a los demás.
Quiero también dedicar unas líneas a mi compañero de viaje al que yo prácticamente no conocía y con el que repetiría la experiencia. Con Marcos es casi imposible aburrirte. Destacaría de él su calidad humana y lo buena persona que es. También compartimos horas de charla, cantos , risas y noches de «debaté» con Jan (nuestro compañero de habitación) que fue otro ejemplo de persona que con muy poco es feliz y hace feliz a los que le rodean.
La vuelta para mí fue dura, me costó adaptarme al primer mundo. En 19 días algo había cambiado en mi cabeza y para el resto de las personas de mi entorno, todo seguía igual. He aprendido a valorar mucho más todo lo que tengo: el agua, la sanidad, un hogar y por supuesto a mi familia que , aunque contaban los días para mi vuelta, me apoyó en todo.
Nos dieron y nos enseñaron mucho más de lo que nosotros pudimos aportarles con nuestro trabajo .Espero volver pronto y poder seguir aprendiendo y compartiendo nuevas experiencias con todos ellos.
Para terminar, me gustaría agradecer el gesto de compañeros, amigos y familia que colaboraron con su aportación económica , cuya suma fue entregada directamente a la coordinadora del proyecto, Isa Solá, sabiendo que hará una buena utilización del mismo.
¡Gracias a todos! Una pequeña ayuda del primer mundo, permite hacer posible lo imposible en el tercero.